sábado, 4 de octubre de 2008
Dueño...
Eres el poseedor de mis predios,
de mi alma, de mis sueños,
desde la mañana hasta la tarde
ocupas mi pensamiento,
como si lo más urgente
fuera salir a tu encuentro.
Tú, que sin permiso y sin excusas,
te apoderaste de mi vida y de mi cuerpo.
Alimentando, a tu pesar,
mi alma hambrienta,
colmando a plenitud
mi austera vida.
Te declaraste Dueño y Señor
de mis llanuras,
de todo aquéllo que abarcaba tu mirada,
de mi alma también, pues intuías,
que aunque no te lo dijera,
yo te amaba.
Igual, te fuiste ayer,
sin despedirte,
arrasando con todo lo que vivía,
asolando mi tierra y sus confines,
para que nadie advirtiera que me tenías.
MD.
Etiquetas:
amor
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