miércoles, 22 de octubre de 2008

Velo Rasgado.


Rasgando el velo
surge un rostro desnudo,
como si una gran rosa
emergiera de un profundo lago.

Hermosa como la rosa,
donde su aroma conjuró al viento
siete veces mi nombre.

Caí prisionero
en aquellos brazos,
en aquellos ojos,
en aquella boca.

Quiero quemarme en tu hoguera
y dejar que los espiritus busquen su futuro

Porque resucitaré,
al ver los luceros de tus ojos
y quedaré sin pecado
cuando toquen mis labios
el caliz de tu boca.

Ya no querré otra cosa,
que pronunciar tu nombre en la distancia
y cobijarme en el follaje de tus brazos
Gregorio José

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